A raíz de un comentario de
Yonibigud en el
post sobre David, recordé que tenía en el cajón de los recuerdos un post de esos que uno se guarda cuando le viene la inspiración. Os dejo unas notas que escribí hacia finales de agosto del año pasado.
No sé si necesitaré más posts, puede que sí o puede que no, pero la cuestión es que me abordan de nuevo reflexiones sobre la forma de utilizar el coche: esa caja de cuatro ruedas.
Con 35 junios a las espalda, no me cuesta mucho recordar los comentarios de aquellos que me doblan en edad sobre los tiempos en los que los coches eran algo más o menos habitual cuando no puntual. Sobre todo en los pueblos, el tener un coche era algo de poderío económico si bien en las ciudades de aquella España de antaño, por allá por los 60, empezaban a ser algo habitual pero nada comparable con lo actual. El coche era algo aceptado por el resto de medios de transporte: moverse a pie, bicicleta, carromato, bus o trolebús (no sé si me dejo algo por el camino). Y digo que era aceptado porque era simple y llanamente uno más.
Para bien o para mal los tiempos han ido cambiando y el papel del coche como símbolo de progreso, a mi modo de ver mal entendido, pasó a convertirse literalmente en una plaga. Tanto por parte de la población como por parte de las esferas políticas y económicas, se le dio semejante empuje que convirtió la movilidad democrática en una movilidad tiránica, en otras palabras, todo por el coche y para por el coche. De poder compartir con él la vía pública nuestras bicicletas y demás artefactos, simple y llanamente fuimos expulsados en pro de la movilidad a cuatro ruedas y de ese motor de explosión tan ineficiente que nos envenena el aire.
Hoy, las organizaciones de ciclistas urbanos y en pro de una movilidad sostenible, nos sentimos, o al menos me siento yo así, como en una cruzada. Pero quiero dejar bien claro de que se trata de una cruzada condescendiente, no dictatorial, pues no pretendo retirar el coche de las calles, no quiero hacer con él lo que él ha hecho con nosotros, sino que lo único que quiero es recuperar el espacio que antaño perteneció a nuestros antepasados y hacer entender que no soy un estorbo sino parte del "ecosistema móvil urbano", donde creo que todos, de alguna manera o de otra, tenemos cabida como en su momento la hubo. Claro, para poder hacer esto hay que intentar que los adictos al coche entiendan lo que aquí estoy contando. Hace falta que entiendan que su coche consume una cantidad de recursos que están comprometiendo la capacidad del planeta. Hace falta que entiendan que progreso no significa que todo vale por la egoísta comodidad de uno mismo, que es antinatural y culturalmente inactivo el moverse continuamente sobre cuatro ruedas. Obviamente lo fácil es excusarse con que todo el mundo lo hace, que si yo no lo hago otros lo harán, pero no nos engañemos, el cambio tiene que venir desde dentro, desde dentro de uno mismo. No nos esperemos a que nadie de fuera, incluidos los políticos con la foto de turno, venga a cambiar las cosas porque nadie lo va hacer. No seamos tan pasivos porque eso no conduce a nada que valga la pena.
Así pues cabe plantearse la pregunta que titula este blog. No estoy pidiendo que nadie se compre un coche, ni mucho menos, pero creo que con afán consumista o sin él, siempre se nos ha vendido el cuatro ruedas como símbolo de libertad ¡Y qué remedio! Pues gracias a la expansión e imposición de infraestructuras para los cuatro ruedas, se nos ha privado de fondos que promuevan redes de autobuses y trenes que son más sostenibles y que en gran medida nos permitirían llegar también a muchos lugares. A esto mucha gente puede alegar que ha habido intentos, mayoritariamente con líneas de autobuses, y que han sido un fracaso (como no hace mucho tiempo pasó en la población castellonense de Onda). Pero los humanos, como animales de costumbre y por tanto conservadores, sólo entendemos de barreras físicas, por lo que si no queda más remedio y coordinándolo adecuadamente, se puede conseguir que un usuario viciadillo con el coche acabe un poco harto de él: Tras continuas campañas de concienciación (aunque creo que ya sobran, ya hay demasiado bla, bla, bla...) simultánea y posteriormente vendrían medidas de pacificación del tráfico, es decir, limitando la velocidad y haciéndola cumplir (radares, lo siento) así como la colocación de "obstáculos": cambios de nivel en el asfalto, cuñas con jardines, carriles compartidos donde el turismo particular dejaría de ser el protagonista, etc...
Está muy bien que uno sea libre, que tenga libertad de movimientos con su vehículo particular, pero cuando uno hace del uso un abuso, la libertad pasa a convertirse en libertinaje y eso no se debe consentir, o así, al menos, lo entiendo yo.
P.D.
Link al lugar de donde he sacado la foto.