Hace unas semanas que Leo me envió un enlace a un post de uno de los blogs del diario digital El Mundo. Aquí os dejo el post tal cual. Para ver el original y los comentarios sobre el mismo, simplemente pinchad aquí. Saludos a todos y que lo disfrutéis.
Madrid-bici o el (mal) sueño de una noche de verano
No sé muy bien donde catalogar la última actuación verde de Gallardón. Si dentro los asuntos ambientales de la Villa y Corte o entre las mejores obras de humor de los últimos tiempos. Aunque cada vez son más quienes consideran que sólo puede calificarse como una tomadura de pelo.
Aunque parezca lo contrario, el caso no tiene desperdicio. Y es que el alcalde de Madrid, inmerso ya en los vértigos pre-electoralistas no se lo pensó dos veces. Asesorado por esos águilas de concejales que tiene, se lio la manta a la cabeza y ¡hale! a inaugurar un aparcamiento para bicis, que en esto de los votos hasta los de los ecologistas son buenos.
Tal vez es que estaba compungido al comparar con el resto de capitales europeas a su urbe: erial velocipedista, bache eterno de las dos ruedas, mortal territorio para los herederos de los celeríferos.
Quién sabe si debió sonrojarse al contemplar los menos de 10 kilómetros ciclistas de nuestras calles junto a los cientos que tienen las demás grandes ciudades continentales. Los no-planes ciclables de su municipio con la organización ciclista que, sin ir más lejos, planea sobre Barcelona. En fin, que decidió arreglarlo.
Y se sacó de la chistera un aparcamiento de bicicletas en plena plaza de Atocha. Apenas pasaron dos días, cuando este periódico digital tuvo que publicar la noticia en primera plana: el aparcabicis se había convertido en depósito de contenedores de basura. De las bicis, ni un tubular.
¿A quién se le ocurre instalar tal sin propósito en una ciudad con menos de mil ciclistas de a diario? ¿dónde está ese genio capaz de determinar un lugar para las dos ruedas en mitad del tráfico más asesino y tremendo de la ciudad, sin haber hecho antes el más mísero de los carriles bici? El caso es que forma parte de un plan que costará medio millón de euros y que dotará de 210 aparcamientos similares a todos los distritos.
El asunto me recuerda a un caso parecido que viví en el Everest. Estaba por allí cuando llegó mi amigo Renato Casarotto, un grandísimo alpinista italiano, como director de una expedición ecológica.
Su intención era enseñar a los míseros tibetanos, a los oportunistas chinos y a los egoístas alpinistas que pueblan el campo base de la montaña más alta del mundo cómo separar las basuras. Algo que, por cierto, el equipo del señor Gallardón, todavía ha sido incapaz de lograr.
Para ello, trajeron decenas de contenedores y todos nos entretuvimos en escribir en chino, tibetano e inglés las palabras vidrio, papel y basura orgánica sobre ellos. Como aquí, más o menos. Luego nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, todos los contenedores se habían esfumado y en el recinto que se construyó para albergarlos, los tibetanos habían encerrado su recua de burros. Igual que en Madrid, aunque aquí lo que metieron el otro día fueron los cubos de basura. Los asnos se quedaron fuera.
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