Independientemente de la opinión que uno pueda tener al respecto en cuanto a la decisión del Gobierno de subir o bajar el límite de velocidad, sigo pensando que en el tintero a los señores políticos les ha quedado un asunto pendiente: el meterle mano a los vehículos particulares en el interior de las ciudades. El asunto tiene dos vertientes y ninguna buena. La primera porque a ver quién es el valiente que le pone el cascabel al gato. La segunda es que son las ciudades los principales puntos de emisión de CO2 y otros gases contaminantes teniendo como referencia los vehículos a motor (entre otros). Tan sólo voy a dejar planteada una propuesta, a todas luces peliaguda ¿Hay algún valiente dispuesto a impedir la circulación de vehículos particulares de lunes a jueves? ¿Alguna propuesta valiente que permita circular a los vehículos con matrículas pares los martes y jueves y los de matrícula impar los lunes y miércoles?
Como en esta sociedad parece ser que sólo entendemos que se nos hable en términos económicos, no será la primera vez ni la última que digo que el comprar petróleo nos cuesta, me atrevería decir, más que un ojo de la cara. Es decir, no sólo somos más dependientes de factores y circunstancias externas sino que encima somos más pobres. Pero tratándose de dinero público, del dinero de todos ¿A quién le importa? Como alguna mente brillante, o no, dijo: el dinero público es muy sufrido... Y con ello, parece ser, seguimos y seguiremos conviviendo.
Desde Greenpeace afirman que para que el "desajuste" quede dentro de un orden, para el 2050 tendremos que reducir nuestra huello de carbono a 1,3 toneladas por persona y año. Esto, que aparentemente podría paracer asequible para el indocumentado de turno, ya no lo es tanto cuando un todoterreno emite esa misma cantidad en un trayecto inferior a 3.000 kms o un avión en un vuelo de ida y vuelta a un destino vacacional situado a 2.500 kms (ojo, en el avión estas emisiones que comento son por pasajero...) . La buena noticia, para compensar esta mala, es que los 27, del año 1990 al 2006, redujeron las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) un 7,7% gracias a la aplicación de políticas destinadas a la eficiencia energética. Aún así, aún son muchos los que no tienen claro que vivimos momentos de transición en cuanto a nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Todavía son muchos los que esperan que los vehículos eléctricos, como alguna vez ya he comentado, sean la redención a sus pecado pues, el hecho de que no emita gases por carecer de tubo de escape, les hace creer que será algo parecido, ni de lejos, a circular en bicicleta. Como acertadamente dice Greenpeace: Todos los medios de transporte no devoran la misma cantidad de energía para producir un mismo desplazamiento. Aparentemente el mensaje es claro, pero insisto en que no todos parecemos tenerlo tanto.
Volviendo a ejercer mi papel de cenizo de turno, si por un lado habíamos reducido un 7,7% nuestras emisiones, por otro casi las hemos duplicado en el periodo que comentaba anteriormente: las emisiones debidas al transporte han aumentado un 89% y han estado cerca en nuestro país de convertirse en el 25% del total de emisiones. Pero si muchos pensamos que la pesadilla termina aquí va a ser que no. Y va a ser que no porque tenemos un par de elementos que no constan en la ecuación del protocolo de Kioto: la navegación marítima y la aérea internacional. Este par de individuos a la sombra y a la chita callando, han incrementado sus emisiones por encima de lo que lo ha hecho el transporte terrestre. Hablando en cifras, barcos y aviones han multiplicado por tres sus emisiones en el periodo 1990-2006. Hablando en porcentajes, la aviación ha incrementado sus emisiones en un 192% y la navegación un 128%.
Así pues, los señores políticos tienen un duro hueso que roer, sobre todo en lo que respecta al sector del automóvil y la aviación. Como decía antes ¿Quién le pone el cascabel al gato? Y por cierto, hay que dejar bien claro que el problema no queda solamente reducido a una cuestión de emisiones por lo que sale de los tubos de escape. El problema va más allá porque dinamizar y dejar que tomen impulso dos sectores como el de la aviación y el del automóvil implica más infraestructuras como autovías y aeropuertos, más consumo de recursos naturales, más fragmentación del territorio y por supuesto con impactos sin lugar a dudas sobre la biodiversidad.
Las alternativas, sobre todo a nivel urbano, ya existen, otra cosas es que diferentes circunstancias no ayuden a su completa implementación y las desplacen nuestros actuales y egocéntricos estilos de vida. Al menos, en lo que respecta a nivel nacional, tenemos a los aviones como el extremo y paladín de la insostenibilidad mientras que al otro lado tenemos el autobús, metro, ferrocarril y bicicleta como alternativas bastante más sostenibles (sobre todo por la bicicleta).
Me gustaría dejar claro que en ningún momento pretendo que los vehículos particulares desaparezcan del mundo, pero sí que apelo a un uso mucho más razonable y sostenible de lo que hasta ahora venimos haciendo con ellos, es más, me atrevería a decir que estamos haciendo un uso abusivo cuando no suicida de los mismos. También los habrá de aquellos que planteen que el sector del automóvil genera empleo, sí, pero a qué precio... La cuestión es preguntarse si todo vale con tal de generar "empleo y progreso" como algunos argumentan cuando se plantean estas cuestiones ¿Realmente serían tan baratos nuestros coches si internalizaran los costes de impacto ambiental y humano? El peso de la producción del automóvil en nuestro país a fecha de 2009 es del 6% el PIB, lo cual es importante, pero por otro lado genera unos gastos como pérdidas de competitividad por congestiones del tráfico, cambio climático, impactos en la biodiversidad como consecuencia de la explotación para obtener las materias primas, efectos sobre la salud como consecuencia de la emisión de gases contaminantes, accidentes, contaminación acústica, etc. Una vez planteado esto ¿Realmente produce el automóvil privado más beneficios que costes? Algunos podrán pensar que sí, pero hay estimaciones, como las del instituto Wuppertal, en su informe INFRAS, en el que mientras que en el año 2000, el sector del automóvil generaba un 6% del PIB, sus costes externos suponían el 9,56% y como siempre, muchas veces esa diferencia de precio, ya sabéis quién la paga: pocarropa, como dicen en mi pueblo.
Os dejo enlace a un documento de Greenpeace: Transporte: El Motor del Cambio Climático.
P.D. La foto la he sacado de aquí.
P.D. La foto la he sacado de aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario